Cuando baja la marea... carreras en Sanlúcar

La marea baja propicia la famosa carrera
de caballos en la playa de Sanlúcar, de Cádiz.
A TURISMO
 
¡ Cristina M. Sacristán (Texto y fotos)

Al  igual que Cádiz, Sanlúcar de Barrameda es luz, es sol. Calculan que al menos 300 días al año. Si a eso le añadimos la tranquilidad que caracteriza a esta ciudad inspiradora de escritores y músicos, sus bonitas casas de cal blanca, sus edificios históricos, una gastronomía seductora, la línea sinuosa del Río Guadalquivir hasta encontrarse con su amada, Doñana, que se despliega en la otra orilla, repleta de vida… asistir a las carreras de caballos resulta el colofón de una feliz visita. Este viernes empieza la segunda tanda de esta competición internacional de purasangres que casi vuelan, al galope, sobre la arena mojada de la larga playa sanluqueña.
     Todo empezó hace 168 años, cuando un grupo de pescadores quiso alcanzar el mercado en primer lugar, para poder vender su pescado fresco… y galoparon, desde la lonja, contra el viento...
     Antes de llegar a Sanlúcar nos sorprende una gran masa de agua, similar a un fiordo, que corresponde al Parque Marisma de los Toruños y Pinar de La Algaida, parte de la Red Natura 2000 y Zona de Especial Protección para las aves.
Los caballos purasangre son exhibidos antes de las carreras.
     Este pequeño oasis cercano a Puerto de Santa María vaticina el encuentro de Naturaleza que nos aguarda en la ciudad que mira a Doñana. El famoso Parque Natural ovetense es accesible desde Sanlúcar a través de una sencilla barcaza, que podremos tomar en Bajo de Guía y más tarde nos recogerá en el punto en que nos dejó. En un playazo kilométrico, de arena blanca y persistentes dunas, que nos aíslan del auténtico vergel que conforma este mosaico de ecosistemas.
     Otra barcaza, el Real Fernando, también ofrece la posibilidad de visitar todos los hábitats del Parque Nacional, ayudada de todo terrenos que nos adentrarán, primero por el Guadalquivir, para luego conocer las marismas, las dunas, los cotos, la vera… repletos de vida.
     Ya en Bajo de Guía la sensación de paz y de existencia esencial nos inunda. La arena, como en otros puntos de la provincia gaditana, parece caribeña, y una pareja baña a su bebé en la orilla. Allí hay algo de barro, por el río, cuentan, pero recomiendan encarecidamente la visita al amplio espacio de arena, algas y dunas de Doñana. 
      Para ello, un hombre de piel muy curtida por el sol nos cobrará 6 euros: primero, atravesamos el Guadalquivir, y desembarcamos en el espejismo de isla desierta, y más tarde nos recogerá para devolvernos a Sanlúcar. Efectivamente, darse un baño en Doñana es un privilegio de dioses, rodeados de conchas pulidas y de pisadas de grandes gaviotas. Dicen los lugareños que incluso animales como jabalíes pueden acercarse cuando es temporada baja. Es como desconectar del mundo y sus crisis y malos ratos. El tiempo se ha detenido en Doñana…

Juan Marino Lozano, segundo teniente de alcalde,
junto a Antonio Reyes, en el Castillo de Santiago.
      Ese fin de semana es el primero de la actual 168ª edición de las Carreras de Caballos de Sanlúcar. En la calle Luis Eguilaz se concentran 400 metros de edificios históricos que el delegado de Turismo, Antonio Reyes, denomina ‘la milla de oro’ de Sanlúcar.
     Amurallada en su antigüedad, actualmente conserva estupendamente su ordenado Castillo de Santiago. Entre sus importantes edificios destacan los conventos, toda vez que Sanlúcar fue Puerta de América. Uno de ellos es el espléndido Palacio de Medina Sidonia, duques que tuvieron un gran peso en los avatares gaditanos y que hoy dan nombre a una población cercana a Jerez de la Frontera (en la que tienen su finca los Domecq, con caballos, toros bravos y bodegas). El Palacio cuenta con un archivo que está considerado de los mejores privados de Europa.
      El Palacio conserva salas de gran riqueza patrimonial y belleza, del mismo modo que ocurre en su jardín –donde fue enterrada la duquesa Isabel-, repleto de palmeras, plantas y flores exuberantes. En ese espacio tomamos una manzanilla indispensable con los embajadores de las carreras de este año: el creativo Mikel Urmeneta, el cocinero con programa televisivo en 36 países José Andrés, el escritor de origen sanluqueño Eduardo Mendicutti, los sevillanos Los del Río y el torero Juan José Padilla.
Técnicos de la productora 'Tal y Cual' filman en la playa
de Sanlúcar de Barrameda el documental 'Cowboys'.
     Tal y como señala Antxon Urrestarazu en su blog Euskádiz, la playa de Sanlúcar se convierte en “el único hipódromo del mundo cuyo calendario no lo establecen las convenciones del hombre sino las leyes misteriosas del mar”.
     El escritor y filósofo Fernando Savater es uno de tantos fieles a este magnético encuentro, que se produce en “el hipódromo que surge del mar”, aprovechando la hora en que baja la marea y la arena se endurece: el atardecer, momento en que saltan chispas en el agua del Atlántico, entre barcas que se mecen apaciblemente. El espectáculo, ciertamente, hipnotiza, y resulta de una gran emoción. 
     Más allá de lo evidente -una competición de alto nivel en un lugar exótico-, las Carreras de Sanlúcar tienen la virtud de congregar en la larga playa a gente de todo origen y condición. Así, en algunos palcos habilitados se distingue el pasado aristocrático y la tendencia a hacer de los deportes equinos algo elitista.

Los 'embajadores' de las carreras, se reunieron en el Palacio de Medina Sidonia.
     Pero al mismo tiempo la arena se llena de familias que ‘eshan el día’ con sus tarteras, tomando el sol y jugando, y de aficionados que, lejos de ser expertos, deseamos quedarnos boquiabiertos ante la bella estampa de los caballos, casi ingrávidos, galopando en pos de su meta. Capitaneados por etéreos jinetes que adquieren posturas increíblemente aerodinámicas.
     Y todo sucede en segundos. Los prolegómenos son diversos: los caballos son mostrados al público, por si quiere verter sus apuestas; muchos niños despliegan un juego, con casetas de cartón, emulando casas de apuestas, participando en el ambiente; personas de diversos orígenes se reencuentran en esta cita, que tiene, así, un marcado tinte social; hay quien aprovecha para tomar el sol, para darse un baño o jugar a las cartas… Entre carrera y carrera la gente pasea en una alegre algarabía por la orilla amplia, de arena húmeda.
     Los policías también cabalgan, vigilantes. Los periodistas nos encaramamos en torretas para intentar captar ese instante mágico de los caballos ‘voladores’… En esta ocasión, la productora 'Tal y Cual' está filmando con todo detalle cómo se sucede el evento, incluso cuando uno de los jueces toca la campana y da luz verde al galope, desde Bajo de Guía…
Los jockeys aguardan al comienzo de la competición,
mientras los caballos son mostrados al público asistente.
      Hileras de espectadores, de sombrillas multicolores, siguen y jalean a los jinetes que hacen sudar a espléndidos ejemplares, los cuales compiten habitualmente en importantes hipódromos del mundo. Seguidos por todo terrenos, los vemos llegar como en una foto finish, atravesando el viento afiladamente, a gran velocidad. Sólo dos o tres suelen estar a la cabeza al final de cada prueba…
     Dependiendo del horario de las mareas, suelen ser tres o cuatro carreras por tarde, y tres tardes en cada tanda. En el fin de semana del 2 al 4 de agosto, hubo una buena bajamar, no demasiado calor y el Levante -viento que determina la vida gaditana- estuvo tranquilo, lo que dotó de alas a los corredores.
     Las carreras de Sanlúcar son emocionantes, y están calificadas de interés turístico internacional, pero facilitan conocer un rincón con un microclima muy especial, relajante y apetecible, ágapes estupendos –de los que hablaremos pronto en Carta de las Culturas- y una nutrida historia. 
     No en vano fue escogida por Colón, Elcano y Magallanes para lanzarse a sus hazañas. Salinas, navazos, bodegas y hermosas villas son algunos de sus encantos. La energía y la luz gaditanas tienen un especial acento aquí, como dan fe las creaciones de Alejandro Sanz y Eduardo Mendicutti…

Caballos al galope por la playa, a punto de entrar en la línea de meta.